lunes, 11 de julio de 2011

Escucha. Observa.


No recuerdo a dónde fui con mi madre, pero veníamos de regreso en el auto después de una discusioncilla sin sentido sumergidas en uno de esos silencios incómodos. Yo veía por la ventana como quien ve sin mirar, sin buscar algo en específico. Pasamos un pequeño parquecito de ciudad, donde sólo había unos juegos de fierro, resbaladillas y columpios a la orilla de la banqueta. Su única pared era de piedra, con murales de graffitti de los que proponen cosas positivas. Entre las leyendas clásicas de "no corro, no empujo", porque lo de gritar es inevitable, se leía junto al dibujo de una niña: Escucha. Observa.

Entonces recordé la infinidad de veces que he pensado que cuando miras sin estar buscando, ciertas cosas te buscan a ti. Cosas que te tienen que encontrar porque no se te ocurre ponerte a buscar.

Tendrá casi una semana que vi aquéllo, pero por alguna razón, no puedo sacármelo de la cabeza. ¿Qué hay que escuchar? ¿Qué hay que observar? Todo. Absolutamente todo.

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